La firma mexicana Margules demuestra que la calidad de audio no solo se escucha: también transforma ambientes y experiencias cotidianas.
Cuando pensamos en buen sonido solemos imaginar bocinas potentes o equipos de alta fidelidad. Pero para Margules, la reconocida marca mexicana de audio fundada en 1927, la música va mucho más allá: no se trata de sonar fuerte, sino de sonar bien. Su filosofía es clara, diseñar atmósferas sonoras que transmitan emociones y mejoren la manera en que vivimos y disfrutamos los espacios.
De taller artesanal a referente en ingeniería de sonido
En sus primeros años, Margules funcionaba como un pequeño taller. Cada equipo pasaba por pocas manos y la calidad se cuidaba de forma casi familiar. Pero el éxito y la creciente demanda obligaron a profesionalizar la producción. La empresa dio un giro clave al mudarse a una sede más amplia, donde separó áreas administrativas y productivas, e incorporó principios de ingeniería industrial para hacer sus procesos más eficientes.
El equipo también buscó formación académica. A través de convenios con universidades como la Autónoma de Morelos, se capacitaron en manufactura, trazabilidad y acabados. La idea era que cualquier integrante pudiera reproducir un modelo con idéntica calidad, sin depender de un solo experto.
Hoy cada unidad cuenta con una hoja de control que registra especificaciones y mediciones. Además, Margules aplica un sistema de planeación con revisiones periódicas y evaluaciones técnicas. Incluso sus proveedores, muchos de los cuales comenzaron como talleres pequeños, se han convertido en aliados estratégicos que cumplen con los mismos estándares de calidad y documentación.
Este enfoque permite que un equipo fabricado hace años pueda recibir mantenimiento y sonar como el primer día. Esa atención al detalle explica por qué Margules es reconocida como una de las firmas más prestigiosas del mundo en audio de alta gama.
El sonido como parte de la experiencia
Lo más interesante de Margules no está solo en su ingeniería, sino en cómo conciben el sonido. Para ellos, la música no es un simple acompañamiento, sino un elemento capaz de transformar la experiencia en un espacio. Es la diferencia entre escuchar música en un restaurante y sentir que forma parte de la historia del lugar.
Una de sus innovaciones más llamativas es ANA (Alineación Neuro-Acústica). Esta tecnología trabaja con principios psicoacústicos que equilibran las frecuencias de manera que el cerebro las percibe como más naturales y emocionales. En otras palabras: no solo escuchas la música, la sientes.
Este concepto ha ganado terreno en restaurantes de autor, bares boutique y proyectos multisensoriales. Ya no basta con poner una bocina y conectar una lista de reproducción, se trata de diseñar el sonido como parte de la identidad del espacio. De hecho, varios locales que adoptaron sistemas Margules reportaron más consumo, mayor número de visitas repetidas y mejores reseñas en plataformas digitales.
Más que audio: atmósferas que venden
En una época donde la experiencia marca la diferencia, el sonido se ha convertido en un motor de valor. Bien implementado, puede hacer que un lugar se perciba más exclusivo, más memorable y más acogedor. Y ahí está la esencia de Margules. No buscan amplificar únicamente la música, sino amplificar el alma de los espacios.