Trump y la oportunidad oculta: ¿resurgimiento del clean tech? Tarifas, IA y geopolítica impulsan su desarrollo.
Al iniciar su segundo mandato, Donald Trump ha adoptado un enfoque económico que contrasta radicalmente con el de líderes como Ursula von der Leyen, también reelecta al frente de la Comisión Europea. Mientras Estados Unidos se repliega hacia los combustibles fósiles y endurece su política comercial mediante nuevas tarifas, la Unión Europea mantiene el rumbo hacia una economía descarbonizada.
En este nuevo contexto de tensiones geopolíticas y disputas comerciales, con represalias por parte de Canadá y China, surge una paradoja: la transición tecnológica, en particular el desarrollo de energías limpias, podría acelerarse. Cada región busca posicionarse en tecnologías clave para la próxima era industrial, abriendo una ventana de oportunidad para que el clean tech escale, compita y prospere, incluso en un escenario adverso.
Inversión en inteligencia artificial: ¿acción climática encubierta?
Aunque el discurso de la administración Trump se ha distanciado de la agenda climática, ha promovido con fuerza la inversión en inteligencia artificial (IA). Según Silicon Valley Bank, el 40 % del capital de riesgo en EE. UU. durante 2024 se destinó a proyectos de IA, en contraste con solo un 10 % en 2021. Esta tendencia creciente sugiere una redefinición de las prioridades tecnológicas del país.
Pese a no estar pensada específicamente para mitigar el cambio climático, la IA puede tener efectos colaterales positivos en este ámbito, al optimizar procesos y reducir emisiones en múltiples sectores. Incluso acuerdos estratégicos como el firmado con Ucrania para el acceso a minerales críticos, aunque polémicos, representan avances en diversificar cadenas de suministro esenciales para el desarrollo tecnológico con enfoque sostenible.
El riesgo de las tarifas como herramienta aislada
Las tarifas, inicialmente concebidas para proteger industrias locales, pueden resultar contraproducentes sin políticas complementarias como inversión en I+D, formación laboral o mejoras en infraestructura.
Estados Unidos, al igual que la UE, depende significativamente de las importaciones, pero también de sus exportaciones. En 2024, China proveyó el 70 % de las baterías de ion-litio consumidas en EE. UU. A la vez, estados como Texas, California e Illinois exportan más de 30.000 millones de dólares anuales a mercados como China, Canadá y la UE. Estos flujos comerciales ahora están en riesgo por posibles medidas recíprocas.
La administración Trump busca revitalizar sectores como el acero y la automoción. Sin embargo, sin un plan a largo plazo, esta estrategia podría aislar aún más a la economía estadounidense en un momento que requiere colaboración global.
La paradoja de los beneficios: los distritos republicanos ganan más
Durante la administración Biden, leyes como la Inflation Reduction Act (IRA) y el CHIPS Act atrajeron una avalancha de inversiones en manufactura limpia. Entre el tercer trimestre de 2022 y el primero de 2025, se anunciaron 380 nuevas instalaciones de tecnologías limpias, con casi la mitad ya operativas para marzo de 2025.
Este auge, no obstante, ha sido parcialmente revertido por la congelación de fondos y los nuevos presupuestos del Congreso bajo la administración Trump. En el primer trimestre de 2025 se cancelaron inversiones por 6.900 millones de dólares, un récord histórico. Irónicamente, el 77 % de las inversiones previas se concentraron en distritos liderados por republicanos, lo que plantea preguntas sobre las prioridades políticas frente a los beneficios tangibles del sector energético renovable.
Europa como contrapunto estable y predecible
Mientras EE. UU. lidia con políticas cambiantes, la Unión Europea avanza sobre bases sólidas hacia una economía sostenible. Medidas como el sistema de comercio de emisiones (ETS), los objetivos vinculantes de descarbonización y el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM) están alineando el comercio con los compromisos climáticos.
Este enfoque ofrece a los inversores estadounidenses un entorno más estable y con reglas claras. Europa se posiciona como un socio estratégico con visión a largo plazo, tanto para actores del norte global como para economías emergentes.
Un nuevo orden basado en intereses compartidos
Detrás del aparente retroceso estadounidense y el auge de tarifas comerciales, puede estar gestándose un cambio estructural positivo. La fragmentación actual podría derivar en un ecosistema de tecnologías limpias más resistente y descentralizado, impulsado por intereses comunes más que por ideologías.
Si se aprovecha el momento, la competencia global en torno a cadenas de suministro y tecnologías emergentes podría convertirse en el catalizador inesperado de una transformación verde a escala mundial.