Implantes cerebrales

Implantes cerebrales: ¿la próxima revolución wearable?

De mover un cursor con la mente a jugar videojuegos sin tocar un mando: los implantes cerebrales avanzan a paso firme, pero… ¿estamos listos para que la neurotecnología se convierta en consumo masivo?

¿Te implantarías un chip en el cerebro para controlar tu iPhone? No, no es ciencia ficción. La carrera por conectar el cerebro humano con las máquinas ya no es futurismo: está en fase de pruebas clínicas. Y el ritmo de avance es vertiginoso. En menos de un año, el número de personas con interfaces cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés) se duplicará, según datos de las propias startups del sector publicados por The Sall Street Journal.

Lo que está en juego es inmenso. Se estima que el mercado de los BCI superará los mil millones de dólares anuales antes de 2041. Y no es para menos: hablamos de una tecnología capaz de devolver la movilidad a personas con parálisis, permitirles comunicarse con solo pensarlo… y hasta manipular prótesis o software sin mover un músculo.

Cuatro apuestas, un mismo cerebro

La carrera tecnológica se libra entre cuatro protagonistas clave: Synchron, Precision Neuroscience, Paradromics y Neuralink (sí, la de Elon Musk). Cada una propone una vía distinta para llevar la computación al interior de la mente:

  • Synchron apuesta por la vía menos invasiva: un implante tipo stent, insertado en un vaso sanguíneo cerebral, sin necesidad de abrir el cráneo. Ya colabora con Apple para controlar su visor Vision Pro con la mente… aunque de momento, el “clic mental” aún necesita apoyo del seguimiento ocular.
  • Precision Neuroscience, por su parte, instala una lámina con más de mil electrodos en la superficie cerebral. Aunque por ahora requiere cables, su versión definitiva será completamente inalámbrica y promete convertir pensamientos en habla, una revolución para personas con discapacidades del lenguaje.
  • Paradromics va más allá: su dispositivo pincha directamente la corteza cerebral con cientos de electrodos diminutos. La promesa: máxima velocidad de comunicación mente-máquina. Ya lo probaron en ovejas durante tres años, y van rumbo a sus primeros ensayos en humanos.
  • Finalmente, Neuralink es la más invasiva… y quizá la más ambiciosa. Sus implantes penetran 7 mm en el cerebro y ya han demostrado que permiten escribir código o jugar videojuegos directamente con el pensamiento. Pero ¿cómo se actualiza un implante así cuando la tecnología avance? ¿Y qué pasa si el cerebro “rechaza” al huésped?

¿Tecnología médica o capricho digital?

En medio del entusiasmo, también surgen advertencias. El neurocirujano Iahn Cajigas lo dice sin rodeos: “No es razonable que una persona sana se implante un chip sólo para mejorar su experiencia con el móvil”. Porque sí, hay riesgos. Y aunque el paralelismo con los implantes cocleares es tentador, aún falta camino para que esta tecnología se convierta en rutina.

No se trata solo de ciencia. También hay que cruzar la barrera empresarial. La mayoría de estas startups necesitarán escalar, encontrar rentabilidad o ser absorbidas por gigantes de la tecnología médica. Y mientras tanto, los próximos ensayos clínicos definirán qué tecnologías avanzan… y cuáles quedan en el camino.
¿Estamos listos para conectar la mente con la máquina?

La pregunta no es trivial. Porque si esta tecnología se generaliza, no sólo cambiará la vida de miles de pacientes. También reconfigurará cómo interactuamos con la tecnología, el trabajo, el entretenimiento… y hasta con nosotros mismos.

¿Te lo habías planteado? La próxima gran interfaz ya no será táctil ni vocal. Será mental. Y quizá llegue antes de lo que crees.