Hace 25 años comenzó el software gratuito y fácil de usar

Hace veinticinco años, un escritor llamado Andrew Fluegelman se convirtió en el editor de una nueva revista: ésta precisamente.

Él ya era una especie de celebridad en el más ancho mundo de la computación personal, pues se le consideraba el padre del “freeware”, un concepto que él había popularizado, comenzando a finales de 1982, con la creación de su innovador programa de comunicaciones llamado PC-Talk.

Cuando me enteré de los planes para esta edición de aniversario, se me ocurrió que la influencia de Fluegelman, y de su programa, era mucho más trascendental de lo que pensábamos en aquel entonces. PC-Talk era claramente un programa pionero que ayudaba a las PC a hacer con facilidad algo que al principio se había acometido como una idea torpe y tardía: comunicarse a grandes distancias. Pero recientemente he llegado a comprender que la pequeña joya de Fluegelman también apuntaba a un concepto desconocido en aquel momento –el software de código abierto– y a la cornucopia de aplicaciones y servicios gratuitos que hoy existe.

Antes de la introducción de la IBM PC XT en marzo de 1983, un puerto serial era un costoso extra opcional. Para conectar una PC había que comprar el puerto serial, que generalmente era una tarjeta grande que incluía RAM adicional y quizás también un puerto para vídeo o impresora. Luego hacía falta un módem que funcionaba a 300 o quizá hasta a la “vertiginosa” velocidad de 1.200 bits por segundo.

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Después de añadir un cable serial para conectar los dos equipos y un cable RJ-11 para la línea telefónica, todavía no estaba listo para conectarse. COMM.BAS, el programa de comunicaciones que venía con la máquina de IBM, ni siquiera podía guardar archivos en un disco, y el programa de IBM que se llamaba algo así como Asynchronous Communications Support y costaba US$50 era prácticamente inservible.

De este vacío se aprovechó Fluegelman con su software PC-Talk. Entre sus cosas más notables, el programa era:

Gratuito. Como usted probablemente no podía intercambiar archivos a través de una línea telefónica sin tener primero PC-Talk, el método oficial de distribución era enviar a Fluegelman un disco vacío y un sobre con franqueo prepagado. El programa realizaba su función con sólo 34 kilobytes; el manual no pasaba de 39.

Tan pequeño como un virus (en el aspecto más positivo). La pantalla de apertura decía “Si usted usa este programa y lo encuentra de valor, se apreciará su contribución (se sugieren US$25)… Independientemente de que contribuya o no, se le anima a copiar y compartir este programa”. Esta aplicación y el PC-File de Jim Button fueron los bisabuelos del shareware.

Abierto a revisión y cambios. PC-Talk estaba escrito en el lenguaje BASIC interpretado y se guardaba sin la “protección” de cifrado, de manera que el código fuente era totalmente abierto. Aunque la documentación decía “POR FAVOR, RECUERDE que no debe ser necesario que el usuario haga modificaciones en el programa”, también detallaba varios cambios que los usuarios podrían querer hacer.

Licenciado con restricciones razonables. Los términos de la licencia, que no aparecían en la pantalla a menos que usted abriera el código del programa, se resumían esencialmente a dos elementos básicos: No se podía distribuir el programa a otros en forma modificada y no se podía cobrar dinero por él. ¿Dónde estaban los abogados?

La interfaz brillantemente simple de PC-Talk y los términos de licencia extremadamente claros y baratos (en una época donde la protección contra copias era particularmente torpe) lo convirtieron en la norma de facto durante un par de años. Entonces otros programadores produjeron imitaciones usando lenguajes de programación que eran más rápidos y más flexibles que el lento BASIC interpretado. Pero a través de sus esfuerzos por crear nuevos métodos de comunicación en las PC, la distribución de software y la apertura de los programas, el primer editor de PC World (¡y de Macworld!) –quien, por desgracia, se quitó la vida en 1985– sembró un terreno que hoy es más fértil que nunca.

-Por Stephen Manes

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